El oído es un órgano muy delicado y que, por desgracia, cuando se le somete a excesiva presión se deteriora de forma irremediable. Esta semana hemos querido tratar en nuestra sección de ruido en Es Radio Málaga sobre la sobreexposición al ruido en los niños, al hilo de dos anécdotas independientes aunque relacionadas.
Hace unos días asistí a la celebración de fin de curso de un sobrino, en el patio de su colegio. Habían instalado un escenario, y cada clase realizaba actuaciones musicales. El volumen de la música era atronador, a pesar de encontrarme en lugar más alejado del escenario.
Es decir, que los niños, con un oído mucho más delicado que el de un adulto, estaban expuestos a niveles de presión sonora aún mayores.
Tan sólo unas semanas antes me encontraba en un centro comercial con mi familia, cuando anunciaron por megafonía un espectáculo de magia para niños. Estábamos sentados cerca, descansando, así que decidimos esperar, llamados por la curiosidad. Pues bien, el espectáculo comenzó de forma similar: música a un volumen desproporcionado, que se podía escuchar en buena parte de la superficie del centro comercial, con los altavoces a menos de tres metros del grupo de niños que iba a presenciar el espectáculo.
Al final es todo una cuestión de educación y de sentido común. ¿Es necesario para disfrutar de un evento social el que la música haga vibrar la estructura de los edificios próximos? No, en absoluto. Más volumen en ningún caso es sinónimo de más calidad de sonido. Y desde luego, un espectáculo infantil no necesita los altavoces de la gira de los Rolling Stones. Hay que adecuar el volumen al entorno y a los receptores potenciales.
El oído es como un muelle, comentaba en la sección: podemos tirar de él, forzarlo un poco, y volverá a su posición. Pero si forzamos más de la cuenta, perderá su capacidad y el daño es permanente.
Con el paso del tiempo, el oído humano va perdiendo capacidad de escucha. Las bandas de frecuencias más altas, que de por sí el oído detecta peor, son las primeras que dejamos de escuchar por completo. Este proceso natural de envejecimiento se ve dramáticamente acelerado cuando lo sometemos a excesiva presión acústica de forma repetida. Si ya desde la infancia estamos maltratando el oído, sucede que en la adolescencia tendremos la capacidad auditiva reducida de un adulto, y que al llegar a la madurez nuestro oído ya sea anciano.
Como siempre, desde el Laboratorio de Acústica de Calpe tratamos de concienciar sobre la importancia de mantener bajo control la contaminación acústica, más si cabe si se trata de proteger el oído de los más pequeños.
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